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El miedo a lo desconocido ha sido siempre un medio que ha utilizado el ser humano para educar. Por ejemplo si un bosque es peligroso, es más fácil convencer a un niño de que no vaya por ahí si le dices que hay una bruja, a si le dices que puede pasar frío. Es la forma normal de educar a los niños, primero de esta manera y luego cuando se hacen mayores, normalmente prescindimos de estos símbolos y explicamos las verdaderas razones.

Este mismo miedo ha sido usado por la iglesia durante siglos no para el noble fin de educar, si no para mantener sus privilegios. Se nos dice que si no nos bautizamos, nos condenaremos seguro, si tenemos sexo antes del matrimonio también y lo que ya roza el colmo de los colmos es que si nos arrepentimos en el último momento estamos salvados. La cuestión es estar ahí, de intermediarios, cobrando de una manera u otra. ¿Acaso no basta con creer en Dios? ¿Acaso no basta con que los novios realicen un compromiso interno ante Dios de forma privada? ¿De verdad se va a enfadar Dios si los novios no se casan por la Iglesia pero son los dos religiosos y tienen el objetivo de educar a sus hijos en la fe.

Lo del arrepentimiento final y la extrema unción es como cuando estás regateando en paises en los que todavía se lleva y resulta que el comerciante ve que el producto que te quiere vender va a ser imposible y te saco otro mas barato, diciendo que ese si que te lo puede vender al precio que tu se lo ofreces. Es como si dado que nos picado con el bautismo o el matrimonio, por lo menos al final les das un poco de negocio.

Los padres meten miedo para educar, la Iglesia, como institución-sistema, para seguir sacándonos la pasta.